A 10 años del suicidio de don alfredo
Los Yabrán: mansiones, embargos y coletazos del Valijagate
El martes próximo, 20 de mayo, se cumplirá una década desde que Alfredo Enrique Nallib Yabrán decidió suicidarse en una estancia entrerriana para evitar ser detenido por el crimen de José Luis Cabezas. La actualidad de su imperio. Los pasos secretos de su familia. Los cabos sueltos del Caso Antonini. Y lo mejor de la cobertura del suicidio en PERFIL ’98.
Por Edi Zunino
Uruguay. La casa estilo 40 de la viuda de Yabrán
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Ahora son las 5 de la tarde del viernes 16 de mayo de 2008. Hace rato estoy seguro por completo de que Alfredo Yabrán se pegó un escopetazo en la boca hace ya casi 10 años. El resto de los argentinos, sin embargo, parece no pensar igual. Una encuesta de Perfil.com indica que un 69% cree (¿o prefiere creer, a fuerza de tremendos desengaños?) que Don Alfredo está vivo.
Por lo visto, 10 años sólo sirvieron, en este punto, para agrandar el mito. Una década en la que fenecieron también el menemismo y el post-menemismo aliancista con su 1 a 1 previo a una “goleada” histórica que no nos llevó puestos de milagro; apenas 3.650 días en los que hubo ya ocho presidentes, el último de los cuales es una mujer que sucedió a su marido porque todo andaba bárbaro y hoy debe administrar una próspera tranquilidad bastante escasa.
Y, sí: la Argentina es un país de no creer.
¿Pero qué quedó de aquel imperio sintetizado en la inocua denominación de Grupo Yabrán y amasado en las entretelas del Estado entre servicios de correos privados y públicos, depósitos fiscales aeroportuarios, aviones propios y un ejército de custodios bien entrenados durante la última dictadura militar?
Es decir: ¿están en las mejores manos, hoy, los aeropuertos, las aduanas y esa cantidad abrumadora de camionetas y carros blindados que surcan las calles y las rutas a toda hora y sin control?
¿Será cierto que “muerto el perro, se acabó la rabia”, como dicen que dijo Carlos Saúl Menem apenas se enteró de aquella demoledora novedad?
Viamonte 352. Digamos que entre el 5º y el 6º pisos de ese edificio estándar del Microcentro porteño empezó todo. Allá por 1995, Domingo Felipe Cavallo se valió de la enorme cantidad de empresas que habían fijado allí su sede legal para, atando ese y otros cabos, llegar a la conclusión de que el Grupo Yabrán era “una mafia enquistada en el poder”. Y allí se atrincheraron los pocos fieles del magnate que lo sobrevivieron y siguen administrando los negocios familiares, a saber:
- La agropecuaria Yabito SA (a Yabrán le encantaba jugar con su apellido al bautizar empresas), que volvió a cobrar actualidad en estos días de paro agropecuario: el líder de la protesta en Entre Ríos, Alfredo De Angeli, produce cereales en los campos de la familia del hombre que decidió quitarse la vida en la estancia San Ignacio, que es parte de la compañía administrada por su hermano Toto.
- La inmobiliaria Aylmer SA (otra vez las iniciales de Alfredo Yabrán en las dos primeras letras de la marca).
- Las aeronavales Inversiones Aeronáuticas SA, Servisios Aeronáuticos privados SA, Lanolec Inversiones SA y Royal Air SA. La última de las mencionadas volvió a ser noticia en agosto del año pasado, cuando en uno de sus Cessna Citation llegaron al país Guido Alejandro Antonini Wilson, su valija con US$ 800.000, tres funcionarios kirchneristas y cinco chavistas ligados a la petrolera PDVSA. Todos los venezolanos, para atravesar el control aduanero de Ezeiza, fijaron domicilio en Buenos Aires en Viamonte 352, o sea la sede de la aerolínea yabranista.
- Las financieras Karden SA y Walabi SA.
- Y la compañía de emprendimientos turísticos Tres Lagos SA, con negocios en San Martín de los Andes.
Todas estas sociedades anónimas son manejadas por los contadores históricos de Alfredo Yabrán: Francisco “Paco” Gázquez Molina y Oscar Roberto Javurek. Aunque el primero de ellos es más que un simple lleva números. Gázquez Molina, mano derecha de Don Alfredo desde que aquel era un don nadie, es el actual eje del grupo por mandato de la viuda del magnate, María Cristina Pérez, que junto a sus hijos se estableció en Montevideo. Hasta se llegó a especular con una relación íntima entre “Paco” y la viuda, pero no es un tema relevante para esta nota.
A tono con el estilo impuesto en vida por el jefe de la familia, en lo que queda del Grupo Yabrán cultivan el perfil bajo, detestan las fotos, jamás dan entrevistas y, ante cualquier consulta, remiten al interesado a ponerse en contacto con la consultora Brau Comunicaciones, donde nadie comunica nada, nunca.
En Viamonte 352, son una tumba. El jueves último, un cronista de PERFIL se dirigió hasta allí para dar con Gázquez, con Javurek o con quien figura como CEO de Royal Air SA, Fernando Zingoni. Tocó el portero eléctrico en el 5º B.
—Quisiera ubicar al señor Gázquez Molina, por favor.
—Toque en el 6º B, por favor –fue la primera respuesta recibida.
—Quisiera ubicar al señor Gázquez Molina, por favor, ¿lo ubico acá en el 6º?
–Sí, es acá. Pero no está, ¿tenía audiencia usted?
—No, soy del diario PERFIL y quería contactarme con él.
—El no está en el país, viajó al exterior y no regresa hasta la semana que viene.
—¿Y el señor Javurek?
—Tampoco está en el país, él también viajó.
—¿Y el señor Zingoni?
—También está fuera del país y vuelve en unos días.
El cronista volvió a la redacción convencido de que el Grupo Yabrán estaba atravesando por una circunstancial acefalía. Sin embargo, tras algunos llamados telefónicos se convenció de otra cosa: “Lo que pasa es que, cada vez que se acerca un 20 de mayo, la familia y los suyos toman todos los recaudos para no ser sorprendidos por periodistas. Saben que es una fecha en que se renueva el interés periodístico”.
Pueyrredón 1501. La emblemática e impactante fortaleza ubicada en los bajos de Acassuso está semivacía. Sólo la visitan jardineros y personal de mantenimiento. Eso sí: siguen firmes allí algunos de los históricos custodios de la familia, colegas y herederos de aquellos que, allá por 1992, echaron con tiros al aire a un equipo de reporteros de la revista Noticias.
“De la familia nunca viene nadie, para mí es como si no supiera de quién es esta casa. Tampoco vienen a verla para comprarla ni nada, sólo estamos nosotros y los jardineros”, le dijo a otro cronista de este diario el encargado de vigilar el portón principal de la residencia, ubicado en la esquina y siempre a la vista de una garita de vidrios polarizados, elevada sobre la muralla.
Cuando la familia de José Luis Cabezas trabó un pedido de embargo indemnizatorio contra los herederos de Alfredo Yabrán, la mansión fue tasada en US$ 14 millones. Fue en 2001. “Hicimos un embargo sobre la sucesión de Yabrán y sus familiares eligieron esa propiedad en sustitución. Adentro hay decenas de edificaciones, para la familia y para los empleados”, confirmó a PERFIL María Inés Cuesta, quien lleva adelante la demanda por daños y perjuicios junto a Alejandro Vecchi, abogado de la familia Cabezas.
Los Yabrán decidieron dejar librada al pasado la suerte de esa propiedad digna de Hollywood. Eligieron la discreta calma de la periferia montevideana.
Carrasco. Pocos se atreven a cuantificar la fortuna de los Yabrán. Los más conservadores hablan de “unos US$ 600 millones” y los más exagerados, de “más de US$ 2.000 millones”.
Las flamantes propiedades de Yabrán & Hijos en Montevideo delatan menos suntuosidad que el palacio de Acassuso, pero no menos poder adquisitivo.
Cuando está en Montevideo, Pablo Yabrán (39), el mayor de los herederos de Don Alfredo, y María Cristina Pérez, habitan la casona ubicada al 7000 de la calle San Sebastián, en el exclusivo barrio Manantiales de Carrasco. Fue el primero que construyó en la zona, junto a su esposa, María Paula Traverso, hija del conocido piloto de TC Juan María Traverso. Así lo confirmó ayer, sin ningún problema, uno de los tantos custodios que vigilan el lugar. la casa está híper observada: las cámaras de seguridad dominan toda la escena. La casa está inscripta a nombre de Grandalf SA (¿por “Gran Alfredo”?) y el teléfono no figura en guía. Los vecinos aseguran que “se lo ve poco y nada, porque, cuando está, entra y sale desde el portón automático en su camioneta de vidrios espejados”. Se trata de una Chevrolet Zafira CD. La ostentación dejó de ser un sello familiar. No así los gastos para protección personal: la residencia cuenta con reservas de oxígeno para soportar eventuales encierros durante días en una habitación con blindaje hermético y seis líneas de teléfono. En la misma manzana tiene su residencia montevideana Diego Forlán, el delantero de la selección uruguaya que brilla en el Atlético de Madrid.
También en la zona de Carrasco está ubicado un lujoso edificio de oficinas, cuya propiedad se adjudica a los Yabrán. Se trata de un espacioso búnker de concreto y cristales ubicado en la calle Rivera al 6300, de arquitectura futurista. Allí funcionan oficialmente 11 empresas, pero quienes trabajan allí se muestran poco propensos a dar información. Sólo se describen sus rubros de actividad como “laboratorios, arquitectura, computación, planificación fiscal, asesoramiento financiero global y asistencia legal nacional e internacional”. La respuesta preferida allí es: “Son sólo oficinas, ¿qué pretenden saber?”.
También en Carrasco, en la distinguida zona de las embajadas y a dos cuadras de la casa que tiene allí Héctor Colella –el ex CEO del correo OCA, quien fuera declarado su “heredero” por Alfredo Yabrán al suicidarse–, está la casa estilo años 40 refaccionada a nuevo por un arquitecto italiano. Pertenece a María Cristina Pérez, la viuda del señor de los correos. Son más de 1.000 metros cuadrados cubiertos, 12 habitaciones, gran piscina, gym y un viejo microcine convertido en casa de huéspedes. “Parece que está en venta, hay un señor italiano viviendo en la casa”, le dijo a PERFIL un vecino acaso desinformado de que ese “señor italiano” pertenecería al prestigioso Estudio Aiello, a cargo de las remodelaciones que están a punto de concluir. Los portales de la mansión, con sus columnas, escalinatas y jardines, son majestuosos.
El más visible de los Yabrán, en Montevideo, es Mariano (36). Suele ser visto en las oficinas de Carrasco y en otras que posee el grupo en los edificios del Puerto del Buceo. Mariano es abogado, y dio estrictas órdenes de “silencio y defensa de la privacidad” a los empleados de sus oficinas.
Mariano es quien sigue de cerca la evolución de las empresas familiares, en contacto regular con Francisco “Paco” Gázquez Molina, quien se comprometió ante Don Alfredo, en vida y a pedido de aquél, a actuar “como un padre” si algo llegara a ocurrirle, en medio de los problemas judiciales por el Caso Cabezas y, acaso, ya decidido a quitarse la vida en cuanto se librara una orden de captura en su contra. Y “Paco”, por lo que puede saberse pese al cerco blindado en que se mantiene a la familia, cumplió con creces. Sus viajes a Montevideo son frecuentes.
En Jardines de Carrasco, una de las zonas más paquetas de la capital uruguaya, vive en familia Melina Yabrán (31), la más chica y verdadero desvelo del magnate que, hace diez años, decidió escapar por arriba del laberinto político-policial en que se había metido, antes de someter a los suyos –y a Melina, sobre todo– a la vergüenza de exhibirse esposado por cadena nacional.
La casa de Melina pertenecía a un reconocido arquitecto uruguayo, y ella quedó tan encantada cuando fue a visitarlo para encargarle su propia obra, que hizo lo imposible para comprársela.
Pese a los esfuerzos de los Yabrán por mantenerse fuera del qué dirán y, sobre todo, del alcance de enventuales delincuentes comunes o, quizás, enemigos con poder de daño, les cuesta pasar desapercibidos. Ya no abordan lujosos Volvo o Porsche, pero es tan cinematográfico el movimiento que generan cada vez que llegan a sus propiedades o salen de ellas, que hasta en las embajadas vecinas perciben el despliegue como “un verdadero exceso de notoriedad”.
De todos modos, nadie en Montevideo tiene motivos para prestarles demasiada atención. Salvo, claro, cuando los negocios vinculados a la familia cobran notoriedad pública.
Valija. La última vez que algo así sucedió fue entre agosto y fines del año pasado.
En pleno escándalo del Valijagate, donde un avión de los suyos volvió a cobrar una incómoda notoriedad, cayó preso en Miami el uruguayo Rodolfo Wanseele Pacielo, quien acaba de declararse culpable y dispuesto a colaborar con la Justicia de los Estados Unidos. En el pobre currículun vítae de Wanseele figuraba su relación laboral con la firma OCASA, el correo privado que, por el clásico color de las camionetas, logró que allá por los inicios de los 90 se conociera a Alfredo Yabrán como “el Amarillo” en los pasillos de la Casa Rosada. OCASA tiene sede central en Buenos Aires, y sedes en Montevideo y Miami.
En medio del escándalo, PERFIL mantuvo una conversación telefónica al respecto, e inédita hasta hoy, con Ricardo Dumanjó, actual presidente y accionista de OCASA. Como portador del mismo patrón de ADN que el viejo propietario de la compañía, dijo Dumanjó: “No es mala voluntad, no trato de esquivar ninguna pregunta, pero no le puedo dar información sobre esa persona porque nos hicimos cargo de la empresa en 2003, hasta entonces OCASA estaba a cargo del Exxel Group. Nosotros no tenemos nada que ver”.
—Pero la empresa debe tener archivos...
—No descarto que haya trabajado en aquella época. Lo que sí le puedo garantizar es que, cuando nos hicimos cargo de la empresa, esa persona no estaba en la nómina de empleados.
—¿Entonces no habría que alarmarse por esta relación con el Valijagate, ni porque todo haya ocurrido a bordo de un avión de Royal Air ni porque los invocrados en Miami hayan consultado al penalista Guillermo Ledesma, que fue el defensor de Yabrán en el Caso Cabezas?
—Algunas son cuestiones muy subjetivas. Lo de Ledesma, por ejemplo, si bien pudo haber representado a Yabrán, como cualquier abogado importante puede tener una cantidad infinita de clientes. Pero le aclaro: Ledesma no trabaja para nosotros.
El hermano de Wanseele, Horacio, quien vive en México, confirmó a este diario el viejo empleo del hoy preso Rodolfo, en el área informática de OCASA, hasta 1999.
¿Torpezas del destino? ¿mala suerte? ¿O rebrotes de “hidrofobia”, 10 años después?
Las flamantes propiedades de Yabrán & Hijos en Montevideo delatan menos suntuosidad que el palacio de Acassuso, pero no menos poder adquisitivo.
Cuando está en Montevideo, Pablo Yabrán (39), el mayor de los herederos de Don Alfredo, y María Cristina Pérez, habitan la casona ubicada al 7000 de la calle San Sebastián, en el exclusivo barrio Manantiales de Carrasco. Fue el primero que construyó en la zona, junto a su esposa, María Paula Traverso, hija del conocido piloto de TC Juan María Traverso. Así lo confirmó ayer, sin ningún problema, uno de los tantos custodios que vigilan el lugar. la casa está híper observada: las cámaras de seguridad dominan toda la escena. La casa está inscripta a nombre de Grandalf SA (¿por “Gran Alfredo”?) y el teléfono no figura en guía. Los vecinos aseguran que “se lo ve poco y nada, porque, cuando está, entra y sale desde el portón automático en su camioneta de vidrios espejados”. Se trata de una Chevrolet Zafira CD. La ostentación dejó de ser un sello familiar. No así los gastos para protección personal: la residencia cuenta con reservas de oxígeno para soportar eventuales encierros durante días en una habitación con blindaje hermético y seis líneas de teléfono. En la misma manzana tiene su residencia montevideana Diego Forlán, el delantero de la selección uruguaya que brilla en el Atlético de Madrid.
También en la zona de Carrasco está ubicado un lujoso edificio de oficinas, cuya propiedad se adjudica a los Yabrán. Se trata de un espacioso búnker de concreto y cristales ubicado en la calle Rivera al 6300, de arquitectura futurista. Allí funcionan oficialmente 11 empresas, pero quienes trabajan allí se muestran poco propensos a dar información. Sólo se describen sus rubros de actividad como “laboratorios, arquitectura, computación, planificación fiscal, asesoramiento financiero global y asistencia legal nacional e internacional”. La respuesta preferida allí es: “Son sólo oficinas, ¿qué pretenden saber?”.
También en Carrasco, en la distinguida zona de las embajadas y a dos cuadras de la casa que tiene allí Héctor Colella –el ex CEO del correo OCA, quien fuera declarado su “heredero” por Alfredo Yabrán al suicidarse–, está la casa estilo años 40 refaccionada a nuevo por un arquitecto italiano. Pertenece a María Cristina Pérez, la viuda del señor de los correos. Son más de 1.000 metros cuadrados cubiertos, 12 habitaciones, gran piscina, gym y un viejo microcine convertido en casa de huéspedes. “Parece que está en venta, hay un señor italiano viviendo en la casa”, le dijo a PERFIL un vecino acaso desinformado de que ese “señor italiano” pertenecería al prestigioso Estudio Aiello, a cargo de las remodelaciones que están a punto de concluir. Los portales de la mansión, con sus columnas, escalinatas y jardines, son majestuosos.
El más visible de los Yabrán, en Montevideo, es Mariano (36). Suele ser visto en las oficinas de Carrasco y en otras que posee el grupo en los edificios del Puerto del Buceo. Mariano es abogado, y dio estrictas órdenes de “silencio y defensa de la privacidad” a los empleados de sus oficinas.
Mariano es quien sigue de cerca la evolución de las empresas familiares, en contacto regular con Francisco “Paco” Gázquez Molina, quien se comprometió ante Don Alfredo, en vida y a pedido de aquél, a actuar “como un padre” si algo llegara a ocurrirle, en medio de los problemas judiciales por el Caso Cabezas y, acaso, ya decidido a quitarse la vida en cuanto se librara una orden de captura en su contra. Y “Paco”, por lo que puede saberse pese al cerco blindado en que se mantiene a la familia, cumplió con creces. Sus viajes a Montevideo son frecuentes.
En Jardines de Carrasco, una de las zonas más paquetas de la capital uruguaya, vive en familia Melina Yabrán (31), la más chica y verdadero desvelo del magnate que, hace diez años, decidió escapar por arriba del laberinto político-policial en que se había metido, antes de someter a los suyos –y a Melina, sobre todo– a la vergüenza de exhibirse esposado por cadena nacional.
La casa de Melina pertenecía a un reconocido arquitecto uruguayo, y ella quedó tan encantada cuando fue a visitarlo para encargarle su propia obra, que hizo lo imposible para comprársela.
Pese a los esfuerzos de los Yabrán por mantenerse fuera del qué dirán y, sobre todo, del alcance de enventuales delincuentes comunes o, quizás, enemigos con poder de daño, les cuesta pasar desapercibidos. Ya no abordan lujosos Volvo o Porsche, pero es tan cinematográfico el movimiento que generan cada vez que llegan a sus propiedades o salen de ellas, que hasta en las embajadas vecinas perciben el despliegue como “un verdadero exceso de notoriedad”.
De todos modos, nadie en Montevideo tiene motivos para prestarles demasiada atención. Salvo, claro, cuando los negocios vinculados a la familia cobran notoriedad pública.
Valija. La última vez que algo así sucedió fue entre agosto y fines del año pasado.
En pleno escándalo del Valijagate, donde un avión de los suyos volvió a cobrar una incómoda notoriedad, cayó preso en Miami el uruguayo Rodolfo Wanseele Pacielo, quien acaba de declararse culpable y dispuesto a colaborar con la Justicia de los Estados Unidos. En el pobre currículun vítae de Wanseele figuraba su relación laboral con la firma OCASA, el correo privado que, por el clásico color de las camionetas, logró que allá por los inicios de los 90 se conociera a Alfredo Yabrán como “el Amarillo” en los pasillos de la Casa Rosada. OCASA tiene sede central en Buenos Aires, y sedes en Montevideo y Miami.
En medio del escándalo, PERFIL mantuvo una conversación telefónica al respecto, e inédita hasta hoy, con Ricardo Dumanjó, actual presidente y accionista de OCASA. Como portador del mismo patrón de ADN que el viejo propietario de la compañía, dijo Dumanjó: “No es mala voluntad, no trato de esquivar ninguna pregunta, pero no le puedo dar información sobre esa persona porque nos hicimos cargo de la empresa en 2003, hasta entonces OCASA estaba a cargo del Exxel Group. Nosotros no tenemos nada que ver”.
—Pero la empresa debe tener archivos...
—No descarto que haya trabajado en aquella época. Lo que sí le puedo garantizar es que, cuando nos hicimos cargo de la empresa, esa persona no estaba en la nómina de empleados.
—¿Entonces no habría que alarmarse por esta relación con el Valijagate, ni porque todo haya ocurrido a bordo de un avión de Royal Air ni porque los invocrados en Miami hayan consultado al penalista Guillermo Ledesma, que fue el defensor de Yabrán en el Caso Cabezas?
—Algunas son cuestiones muy subjetivas. Lo de Ledesma, por ejemplo, si bien pudo haber representado a Yabrán, como cualquier abogado importante puede tener una cantidad infinita de clientes. Pero le aclaro: Ledesma no trabaja para nosotros.
El hermano de Wanseele, Horacio, quien vive en México, confirmó a este diario el viejo empleo del hoy preso Rodolfo, en el área informática de OCASA, hasta 1999.
¿Torpezas del destino? ¿mala suerte? ¿O rebrotes de “hidrofobia”, 10 años después?
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